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La India infinita

"... todos somos hijos de la Tierra, hijos de un mismo Dios"

Como prevé Goldman Sachs, unos de los grupos de inversiones más grandes del mundo, para el año 2020 la economía de la India superará a la de EE.UU., ya que ésta desarrolla un rápido crecimiento anual conforme al resto de las grandes potencias mundiales.

 

Las principales industrias en India son la textil, los productos químicos, la minería, el petróleo, el acero y el comercio de software, convirtiéndose estos productos en sus principales exportaciones.



Entre sus producciones agrícolas se encuentran el arroz, el trigo, el algodón y el té, entre otros.
 

Pese a su importante crecimiento económico, su población sigue aumentando de forma incontrolable. Debido a las desigualdades económicas y sociales se convierte en el país con mayor número de personas pobres.
 

Miles de personas pasan hambre cada día. La preciada agua está contaminada y la distribución de alimentos es insuficiente. La pobreza se une a enfermedades como el paludismo, la tuberculosis, el cólera o la lepra, entre otras, llevando a una muerte inminente, sin posibilidad de sobrevivir debido a la falta de medios y de medicamentos.



Me encuentro en New Delhi. Por sus calles pueden verse a familias completas trabajando en la reparación de fachadas y acerado. Mientras una madre transporta sobre su cabeza una gran cesta llena de ladrillos sus pequeños juegan sobre montones de arena, entre afiladas y oxidadas herramientas o dentro de socavones en lugar de ir a la escuela.

A pesar que la educación primaria es gratuita y obligatoria, son algunas familias pobres las que no dejan que sus hijos vayan a la escuela, haciéndoles trabajar desde muy pequeños para poder sobrevivir.
 

La pobreza se hace notar llegando incluso a puntos extremos. Dos niños de unos seis años se acercan a los turistas con la intención de conseguir algunas rupias. Mientras el chico toca un pequeño tamborín, la chica se dispone a realizar diferentes piruetas con un aro. Van descalzos y su ropaje se encuentra muy sucio y con mal olor.
 

Al otro lado del callejón, un quiosco ambulante vende comida y el fuerte olor de las especias atrae a un grupo de clientes bien vestidos. A dos metros de distancia un chico marginado se encuentra en pié, callado y observando como almuerzan. El plato de arroz con verduras y pollo cuesta menos de un euro. Hoy el chico ha tenido algo de suerte. Basta sólo un gesto de caridad para arrancarle una sonrisa.

Más adelante, un adulto camina muy despacio hacia mí. Va sin camisa, pero su cuerpo está revestido con múltiples tumores de diferentes tamaños. Brazos, cara, labios, párpados. No queda lugar del cuerpo que se libre de tan cruel enfermedad. Se trata de neurofibromatosis, una enfermedad genética y hereditaria que afecta principalmente al sistema nervioso y a la piel.



Multitud de jóvenes y adultos ciegos, pequeños malnutridos, personas con señales de vitíligo en sus rostros y manos que le hacen perder la pigmentación de la piel, otras que padecen lepra, pueden verse constantemente, muchos solicitando limosnas o algo para comer.

Entre los castigados edificios de viviendas del barrio Paharganj se encuentra un cementerio cristiano. En su interior observo una pequeña tumba construida con escasos materiales. Se trata de la tumba de un recién nacido que apenas pudo sobrevivir un día, como data la fecha que hay bajo su nombre. A su alrededor hay muchas otras tumbas similares.
 

Un informe publicado por la organización caritativa Save the Children indica que la India representa una quinta parte de las muertes de bebés en el mundo. Entre otros casos, una atención inadecuada durante el parto por falta de medios, la malnutrición, diarreas o una neumonía son las principales causas.

Algunos indios piensan que las enfermedades son un castigo de los dioses y, aunque la mitología hindú tiene innumerables dioses y la ignorancia no conoce de igualdad de oportunidades, todos somos hijos de la tierra, hijos de un mismo Dios.



Óscar Cárdenas

Óscar Cárdenas

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